domingo, 20 de septiembre de 2009

Llamado a hablar mal de México*
DENISE DRESSER

Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto?
Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros.
Bertolt Brecht





Hace unos días, el presidente Felipe Calderón criticó a los críticos y convocó a hablar bien de México: "Hablar bien de México, de las ventajas que México tiene… es la manera de construir, precisamente, el futuro del país". Y de allí, siguiendo su propio exhorto, pasó a congratularse porque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes aquí es más baja que en Colombia, Brasil, El Salvador o Nueva Orleáns. Las ventajas de México quedarán claras cuando decidamos hablar bien del país, concluyó.



Escribo ahora para pedirte –lector o lectora– que hagas exactamente lo contrario a lo que el Presidente exige. Escribo ahora para recordarte que el estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio, y la impasibilidad de tantos explican por qué un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Es la tarea del ciudadano, como lo apuntaba Günter Grass, vivir con la boca abierta. Hablar bien de los ríos claros y transparentes, pero hablar mal de los políticos opacos y tramposos; hablar bien de los árboles erguidos y frondosos pero hablar mal de las instituciones torcidas y corrompidas; hablar bien del país pero hablar mal de quienes se lo han embolsado.




El oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los corruptos que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejores que nuestra clase política y no tenemos el gobierno que merecemos. De vivir anclado en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirte en autor de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder. Porque hay pocas cosas peores –como lo advertía Martin Luther King– que el apabullante silencio de la gente buena. Ser ciudadano requiere entender que la obligación intelectual mayor es rendirle tributo a tu país a través de la crítica.




Ahora bien, ser un buen ciudadano en México no es una tarea fácil. Implica tolerar los vituperios de quienes te exigen que te pases el alto, cuando insistes en pararte allí. Implica resistir las burlas de quienes te rodean cuando admites que pagas impuestos, porque lo consideras una obligación moral. Lleva con frecuencia a la sensación de desesperación ante el poder omnipresente de los medios, la gerontocracia sindical, los empresarios resistentes al cambio, los empeñados en proteger sus privilegios.




Aun así me parece que hay un gran valor en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo y encabezar la lucha por la representación de quienes no tienen voz en su propio país. Como apunta el escritor J.M. Coetzee, cuando algunos hombres sufren injustamente, es el destino de quienes son testigos de su sufrimiento padecer la humillación de presenciarlo. Por ello se vuelve imperativo criticar la corrupción, defender a los débiles, retar a la autoridad imperfecta u opresiva. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los pasaportes falsos de Raúl Salinas de Gortari y las mentiras de Mario Marín y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde y los niños muertos de la guardería ABC y los cinco millones de pobres más.




No se trata de desempeñar el papel de quejumbroso y plañidero o erigirse en la Casandra que nadie quiere oír. No se trata de llevar a cabo una crítica rutinaria, monocromática, predecible. Más bien un buen ciudadano busca mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Sabe que el suyo debe ser un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Sabe que le corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Sabe que debe asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Sabe que todos los seres humanos tienen derecho a aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del gobierno. Y sabe que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: hablando, escribiendo, participando, diagnosticando un problema o fundando una ONG para lidiar con él.




Ser un buen ciudadano en México es una vocación que requiere compromiso y osadía. Es tener el valor de creer en algo profundamente y estar dispuesto a convencer a los demás sobre ello. Es retar de manera continua las medias verdades, la mediocridad, la corrección política, la mendacidad. Es resistir la cooptación. Es vivir produciendo pequeños shocks y terremotos y sacudidas. Vivir generando incomodidad. Vivir en alerta constante. Vivir sin bajar la guardia. Vivir alterando, milímetro tras milímetro, la percepción de la realidad para así cambiarla. Vivir, como lo sugería George Orwell, diciéndoles a los demás lo que no quieren oír.




Quienes hacen suyo el oficio de disentir no están en busca del avance material, del avance personal o de una relación cercana con un diputado o un delegado o un presidente municipal o un Secretario de Estado o un Presidente. Viven en ese lugar habitado por quienes entienden que ningún poder es demasiado grande para ser criticado. El oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios ni reconocimiento, ni premios, ni honores. Uno se vuelve la persona que nadie sabe en realidad si debe ser invitada, o el colaborador de una revista a la cual le recortan la publicidad.




Pero el ciudadano crítico debe poseer una gran capacidad para resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o Presidentes porristas. La tarea que le toca –te toca– precisamente es la de desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. No es una tarea fácil porque implica estar parado siempre del lado de los que no tienen quién los represente, escribe Edward Said. Y no por idealismo romántico, sino por el compromiso con formar parte del equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales y líderes sindicales corruptos y monopolistas rapaces. Aunque la voz del crítico es solitaria, adquiere resonancia en la medida en la que es capaz de articular la realidad de un movimiento o las aspiraciones de un grupo. Es una voz que nos recuerda aquello que está escrito en la tumba de Sigmund Freud en Viena: "la voz de la razón es pequeña pero muy persistente".




Vivir así tiene una extraordinaria ventaja: la libertad. El enorme placer de pensar por uno mismo. Eso que te lleva a ver las cosas no simplemente como son, sino por qué llegaron a ser de esa manera. Cuando asumes el pensamiento crítico, no percibes a la realidad como un hecho dado, inamovible, incambiable, sino como una situación contingente, resultado de decisiones humanas. La crisis del país se convierte en algo que es posible revertir, que es posible alterar mediante la acción decidida y el debate público intenso. La crítica se convierte en una forma de abastecer la esperanza en el país posible. Hablar mal de México se vuelve una forma de aspirar al país mejor.




Esta es una posición vital extraordinariamente útil pero heterodoxa en un lugar que cambia pero muy lentamente debido a la complicidad de sus habitantes y sus gobernantes. Porque hay tantos que parten de la premisa: "así es México". Tantos que parten de la inevitabilidad. Tantos que parten de la conformidad. Ya lo decía Octavio Paz: "Y si no somos todos estoicos e impasibles –como Juárez y Cuauhtémoc– al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de nuestras victorias nos conmueve nuestra entereza ante la adversidad". Allí está nuestro conformismo con la corrupción cuando es compartida. Nuestra propensión a compararnos hacia abajo y congratularnos –como lo hace Felipe Calderón– porque por lo menos México no es tan violento como la ciudad de Nueva Orleáns.




Ante esa propensión al conformismo te invito a hablar mal de México. A formar parte de los ciudadanos que se rehúsan a aceptar la lógica compartida del "por lo menos". A los que ejercen a cabalidad el oficio de la ciudadanía crítica. A los que alzan un espejo para que un país pueda verse a sí mismo tal y como es. A los que dicen "no". A los que resisten el uso arbitrario de la autoridad. A los que asumen el reto de la inteligencia libre. A los que piensan diferente. A los que declaran que el emperador está desnudo. A los que se involucran en causas y en temas y en movimientos más grandes que sí mismos. A los que en tiempos de grandes disyuntivas éticas no permanecen neutrales. A los que se niegan a ser espectadores de la injusticia o la estupidez. A los que critican a México porque están cansados de aquello que Carlos Pellicer llamó "el esplendor ausente". A los que cantan en la oscuridad porque es la única forma de iluminarla.

domingo, 28 de junio de 2009

Escepticismo ciudadano DSZA


Una opinión como siempre muy inteligente

lunes, 4 de mayo de 2009

No creo


No creo en las elecciones de 2006 –y no porque ganó AMLO, sino porque hay números-, no creo en los balseritos mexicanos extraviados, no creo en Televisa, no en TV Azteca, no creo en la influenza, no creo en nada. Y es que aunque luego Calderón diga que somos la generación que “no cree en nada”, y diga que eso es algo peligroso ¡uuuuhy!, no le creo, y no le creo porque fue alguien que llegó al poder ilegítimamente, o como él lo dice –como lo dicen en su pueblo- “haiga sido como haiga sido”.

La población está asustada y sumergida en teorías como: la entrada a circulación del muy afamado AMERO, la venta a EU del mayor pozo petrolero encontrado en aguas mexicanas, la legalización de las drogas, los narcos, un primero de mayo que traería problemas, un ataque terrorista contra Obama, la teoría del shock y muchas otras más. Y no es para menos –como dirían en mi pueblo y en el de Fecal- “la burra no era arisca…”.

La desesperanza y la desconfianza unas constantes. No aprendemos del pasado y es algo claro; jóvenes que siguen en una postura conservadora y muy cómoda desde que exitosamente se apagó ese “gen revolucionario” en 1968 y una izquierda sin brindar soluciones, sin respuestas y sin rumbo, perdida en ambigüedades.

Estamos en momentos difíciles, y lo que viene: despidos, o “descansos escalonados sin goce de sueldo”, quiebras, cierre de comercios… pero lo más sorprendente es que se lucha en contra del narco, el comercio informal y la inseguridad, cuando es a lo que están orillando a la población, y no porque diga que la salida perfecta a la falta de dinero es entrar a la delincuencia pero tampoco he vivido la desesperación de tener que mantener a una familia y que te paguen 25 pesos diarios.

La “dictadura perfecta” no lo sé, pero lo que sí sé, es que la población de México está de nuevo perpetuando sus desgracias, sus vicios, sus fracasos; un país de perdedores que se refugian en el éxito de los demás, que ven en un medallista olímpico y en gol de la selección sus sueños cumplidos –pueden morir en paz-. Puros chantajes absurdos fabricados, reflejos de lo que somos, nuestra identidad y nuestra tendencia hacía la lastima y la misericordia católico-cristiana, que nos ha enseñado que se tiene que estar siempre en miseria, de lado de lo débil, lo humilde y lo perdedor.

Regresamos esta semana a la universidad después de estas “vacaciones porcinas” y nadie pedirá explicaciones, nadie levantará la voz y quizá hasta lleven su cubre bocas por aquello de la prevención. Pero eso sí, siempre se presume que en las desgracias, en los temblores, explosiones, inundaciones, huracanes, los teletones y ahora las pandemias, somos los más “chidos”, los más unidos.

Es de preocupar, para mí ese país es de mediocres y estará por siempre sustentado en la lágrima y en la compasión, en lugar de en el orgullo y en el desarrollo integral de las capacidades de los individuos. Pero sigan viendo los comerciales de televisa, enseñemos a nuestros hijos que ante las derrotas y los fracasos ¡el mexicano es el más fregón!

¿Y luego todavía se quejan de que nos traten como apestados?

Sólo les digo: nos la hicieron otra vez… por eso digo, no creo.

Y mientras siguen saliendo a la luz teorías cada vez más conspiradoras: desde el brazo quebrado de Calderón hasta la muerte del secretario de gobierno –el español Mouriño-, se inician las terribles campañas y regresamos “paulatinamente” a las rutina diaria, me despido con la siguiente preocupación que tengo: ojalá y no se enfermen en Tonalá de influenza humana porque el gobierno de ese “territorio” tiene un chiquero que da asco –son unos puercos, con perdón de los rositas-.

Saludos

¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la energía para superarnos y ser hombres excelentes, la voluntad de poder, estar convencidos que por medio de nuestra voluntad aspiramos a ser mejores, superiores en todo el sentido de la palabra, el poder mismo es nuestra motivación, porque nos negamos a ser hombres débiles y mediocres. ¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad, el fracaso, la conformidad, la falta de personalidad para hacernos cargo de nuestra vida, el miedo a crecer, a ser diferente, a pensar distinto; todo lo que nos empequeñece y nos hace esclavos por temor a otros. (Nietzsche)

Hay que acercarnos a lo bueno ¿no creen?

Un beso, un abrazo…

jueves, 30 de abril de 2009

El viaje del elefante



Esta tarde influenzosa mis queridos y muy apreciados lectores, les quiero recomendar ampliamente un libro que me di a la tarea de leer en estos días de asueto en los que la lectura ha sido mi refugio contra las trombas de información vacía que surgen a cada minuto en nuestros mediocres medios de comunicación.

El libro del que les hablo es de un escritor portugués, que francamente no dudaría ni un segundo que por lo menos han oído su nombre alguna vez o mucho mejor han tenido a bien leer sus trabajos, me refiero a José Saramago, nacido en Azianhaga en 1922 y Premio Nobel de Literatura en 1998, uno de los más grandes escritores de nuestros tiempos.

“El viaje del elefante” que es una combinación de hechos históricos reales e inventados. Cuenta la historia del viaje de un elefante asiático –como lo dice el título- ya que éste fue regalado en el siglo XVI por el rey Juan III a su primo el archiduque Maximiliano de Austria.

Pero su entrega no fue fácil sino que sucedieron muchas circunstancias y vicisitudes en el camino de las cuales Saramago nos hace participes magistralmente. Lleno de sentimientos y plagado de metáforas, estoy seguro de que este libro dejará en ustedes un sabor de boca muy agradable; un cuento que deja entrever grandes relaciones con la vida de cada ser humano y su paso por esta tierra.

Las injusticias que pasó Salomón por los caprichos de algunos cuantos y la ternura de un cornaca entregado a su trabajo, no puede estar demasiado tiempo lejos de su biblioteca personal, por eso los invito de la manera más atenta a leer, leer y leer.
Saludos

Estaba en la librería –en una de mis favoritas-, de repente un ente con un cubre bocas azul –de esos que no sirven ni para sacudir y que están más porosos que un queso añejo de esos que son deliciosos- me miró y se dio la vuelta para pasar por un espacio tan pequeño que pensé que él iba a tirar unos cuantos libros. En lugar de toparse conmigo, este sujeto prefirió darse la vuelta e irse por un lugar más angosto que el pasillo en el que yo estaba, todo esto –supuse yo- para no contagiarse… yo… yo me reí… acaso ¿tengo cara de influenza?

Cuestiones que me preocupan


¿Es esta cuestión de la influenza, producto de una conspiración bio-tecnológica?, ¿Es acaso un distractor?, ¿Nos han robado la primavera o… la inocencia? Quién sabe, pero hay varias cuestiones detrás de todo este embrollo que como dice el título: me preocupan.
Los “niños mueble”
He disfrutado estos días de “asueto” forzado –bueno no tan a la fuerza- de momentos muy gratos en compañía de Nietzsche, Savater, Kafka y Saramago, pero esto de estar leyendo me ha traído varias reflexiones, pero quizá una de las más importantes es: ¿Qué demonios están haciendo los niños en su casa? Y es que los mexicanos tenemos una poca cultura del auto-aprendizaje, de la auto-didáctica. Para ser sincero, considero que los niveles de metacognición son pobres.
La educación –y no es el tema principal de mi columna- no cumple con ésta función tan esencialmente social de no sólo enseñar y aprender sino de enseñar cómo aprender a aprender, y sumado a esto tenemos padres irresponsables o muy “ocupados” que dejan la educación a los programas de televisión abierta, que desde mi punto de vista no son basura, sino lo que le sigue.
Los niños ociosos estos diez días –y a lo mejor más- como muebles recibiendo un cúmulo de información de la cual serán presas fáciles, como estúpidos ensimismados, es algo que me preocupa, y es que no estamos preparados para este tipo de contingencias, a pesar de toda la disque tecnología que se tiene en México no hay otra más que asistir a las aulas, pudiendo hacer mucho más; y es que tomando en cuenta de que son pocas las personas que no cuentan con una “tele”, se pudieran tomar decisiones más asertivas, pero antes, por supuesto, están los intereses de las televisoras. Pero allá cada quien y su consciencia y los hijos que quiera tener, sólo que se tiene que entender que tanto maestros, gobiernos y padres somos corresponsables no sólo los primeros.
Mis “cinco gramos”
Nuestros inteligentísimos políticos mexicanos acaban de pasar una ley que legaliza la posesión de las siguientes drogas en ciertas cantidades, y no es que esté en contra, quizá no sé si esto es lo óptimo en México, pero simplemente quiero despertar en ustedes queridos lectores ciertas reflexiones que espero puedan ser utilizadas en debates posteriores: estamos de acuerdo en que esto permitirá no tratar a los consumidores como narcotraficantes, pero ¿por qué sí se castiga a los fumadores o a los alcohólicos? Además no es una contradicción estar luchando en contra del narcotráfico y no atacar a la demanda, ¿no será esto fácilmente confundido con narcomenudeo? En fin ojalá y puedan dejar sus opiniones en este medio.
Pero bueno mis amigos pachecos les presento esta información de las cantidades y las variedades, pasen… a leer:
- Opio (crudo, para fumar), 5 gramos
- Heroína, 25 miligramos
- Marihuana, 5 gramos
- Cocaína, 500 miligramos
- LSD, ,015 miligramos
- MDA, 200 miligramos
- MDMA (éxtasis), 200 miligramos
- Mescalina, 1 gramo
- Peyote, 1 kilogramo
- Psilocibín (concentrado, puro, ingrediente activo), 100 mg.
- Hongos alucinógenos (crudo, recién cosechado), 250 mg.
- Anfetaminas, 100 mgs.
- Dexanfetaminas, 40 mg.
- Fenciclidina (PCP, o polvo de ángel), 7 mg.
- Metanfetaminas, 200 mg.
- Nalbufina (opiato sintético) 10 mg.

"La persona que decide usar drogas por sí mismo no es una víctima inocente. Ha escogido por sí mismo ser una víctima... Yo no creo que sea moral imponer altos costos a otras personas de sus propias decisiones." - Milton Friedman
Las “dos psicosis”

POSDATA

Mis queridos amigos izquierdosos y pseudo-izquierdosos ¿no se están dando cuenta de que también ustedes están siendo presa de la psicosis colectiva? Y mis no-amigos PAN-démicos ya bájenle dos rayitas, bastantes representantes tienen en los medios de comunicación como para andar de fatalistas también ustedes.
Tengo que decirles que vuelvo a recibir ese video de “La doctrina del Shock”-que por cierto ese libro tiene más de un año- o ese mail de los cuidados que tenemos que tener, o ese mail de la supuesta conspiración Dan Brownesca y amenazo con irme de pirata Somalí (parafraseando South Park).
Pónganse a hacer cosas más productivas que pensar en que un mundo nos vigila o que el fin del mundo ha llegado; no sería nada nuevo que el fin toque a las puertas en México ¿Recuerdan esas teorías que dicen que la era de los dinosaurios concluyó con un meteorito en Yucatán?
Y mientras veo a secretarios de estado más confundidos cada vez, dando cifras sin sentido y nada cerca de lo que dicen otras instituciones internacionales y veo a un México sin las tecnologías necesarias para dar respuestas certeras pero con científicos que se van al gabinete de Obama, me despido dejándoles un abrazo, un saludo y un beso, aunque luego les pegue la influenza o ¿les da miedo que haga esto por la influencia de la influenza? Y ya dejen en paz a los puerquitos –los animales que nos comemos como chicharrón- ellos no tienen nada que ver en esto…

Einstein


El pasado 14 de marzo del presente año festejamos 130 años del natalicio de una estrella, y no precisamente de la televisión, sino de la física: Albert Einstein. Hoy, quiero escribir sobre él, en particular porque sin duda representa un personaje que quizá fue uno de los más aclamados y queridos del siglo pasado –toda una institución-, pero también porque en lo personal lo admiro y le guardo un profundo respeto.
Me gustaría ser físico, sólo por momentos –sobre todo cuando leo de sus trabajos- para poder entender sus teorías, entenderlo a él, eso de la curvatura del espacio tiempo, el efecto fotoeléctrico, la supersimetría etc., descubrimientos que hicieron historia y que sin ellos no se podrían sustentar otros tantos conocimientos que de física en la escuela nos enseñaron. Pero imagínense eran difíciles de comprender hasta para sus colegas contemporáneos, para Albert no fue nada fácil probarlos.
Einstein es conocido especialmente por su “Teoría general de la relatividad” y su ecuación E = mc2, misma que vino a romper con muchísimos años de paradigmas alrededor de la gravedad, aunque cabe mencionar que no fue por este trabajo que recibió el premio Nobel en 1921, sino por su estudio del efecto fotoeléctrico.
A edades tempranas Albert, –aunque no lo crean- no demostró ser un estudiante brillante sino por el contrario, tenía problemas de lenguaje y en realidad mostraba lentitud para aprender, problemas escolares con los que lidio hasta acabada la universidad donde al salir no consiguió trabajo, ya que no era nada grato para sus profesores. Le debe el cariño a las ecuaciones a su tío Jacov quien, cuando era niño y lo llevaba a cazar le explicaba todo en términos de “x” y de “y”, de ahí nació su amor a las matemáticas -mismas con las que sustentó sus teorías-.
Einstein lidió con el hambre, la necesidad y la segregación al irse a Suiza, lugar del que posteriormente consiguió su nacionalidad. Contrajo matrimonio con una colega llamada Mileva años después; algunos estudiosos dicen que ella le ayudó al inició de sus investigaciones, otros más contradicen esto argumentando que la relación era distante ya que Albert gustaba de la soledad y era una persona complicada.
¿Machista?, quien sabe, pero basta con leer el contrato que le iba a hacer firmar a Mileva como condición para regresar con ella para saber que no era una persona fácil en las relaciones; condiciones como: llevarle de comer tres veces a su recamara, no dirigirle la palabra a menos que él lo pidiera, no esperar que fuera cariñoso, eran algunas de las clausulas. Einstein confiaba tanto en que su talento lo haría ganar el premio Nobel, que al separarse de ella él le prometió el dinero que recibiría por este galardón para la manutención de sus dos hijos procreados con la también científica.
Albert Einstein es un genio que mostró que no hay nada imposible, que no hay límites más que los que nos imponemos nosotros mismos, que no importa lo que digan los demás, podemos hacer grandes cosas que transformen al mundo, que mejoren nuestro espacio-tiempo, a él se le adjudica la frase: “Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de mentes mediocres”.
Einstein fue un pacifista empedernido, fue difícil para él ver la destrucción de la guerra, formó comités, escribió manifiestos, todo esto para probar que había mejores caminos para el entendimiento humano. No se puede entender el siglo XX sin este físico judío-alemán-suizo-estadounidense, rompió con Newton y los conocimientos hasta entonces existentes, hizo algo que muy pocos: demostrar que no importa el contexto en el que nos desarrollemos podemos hacer la diferencia, y que por supuesto que habrá ocasiones en que tengamos que luchar contra corriente.
Tímido, retraído, de mirada muy profunda, alocado, despeinado, carismático, con un ángel sin igual, creo que vale la pena recordarlo; y quizá omití demasiados detalles, como, que su vida culminó al lado de su prima, que tuvo dificultad para probar su teoría de la relatividad, que era un excelente violinista… pero esto es porque quiero simplemente que lo traigamos a nuestra memoria, que dediquemos un momento a leer más sobre él y sus magníficas obras para el mundo, a investigar de ese hombre que alguna vez dijo: que “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, por eso los invito a disfrutar de Albert, no podemos dejar de saber de alguien que hizo con tanto cariño y pasión tantas cosas por el género humano. Ya para finalizar, él alguna vez comentó que tenía tres ideales para afrontar la vida: la belleza, la bondad y la verdad; queridos lectores hagamos de éstos nuestros estandartes.

¿Por qué Utopía?


Aunque actualmente se utiliza la palabra “utopía” y sobre todo el adjetivo “utópico” en sentido muy vago y genérico, que para unos significa “absurdo” o “irrealizable” mientras que para otros equivale al ímpetu racional de transformar positivamente el mundo y acabar con las injusticias, el término debería ser empleado en tanto más preciso. Provienen, como es sabido, de un relato fantástico titulado precisamente así –Utopía- que escribió en 1516 sir Tomás Moro, un personaje notable que reunió atributos tan escasamente conciliables como ser pensador, estadista, mártir de la fe y santo de la iglesia católica. Su relato “Utopía” tiene algo de sátira y mucho de experimento mental: “Cómo serían las cosas si…” Desde el propio título la ironía de Moro juega con ambigüedades calculadas, porque según su etimología griega “u-topía” significa “lugar que no está en ninguna parte” (es decir un no-lugar) pero también suena parecido a “eu-topía”, lugar bueno, el lugar del bien (Savater, 1999).