lunes, 20 de diciembre de 2010

Barcelona es Gaudí

Así como Liverpool es de los Beatles y Stratford-upon-Avon pertenece a Shakespeare, no se puede entender Barcelona sin Antoni Gaudí. Si se visita esta emblemática ciudad, sin saber quién es éste, poco se comprenderá, no tendrá el mismo sabor y quizá no se pueda explicar mucho de lo que ahí se ve. Gaudí tiene presencia en mucho de lo que se siente, se observa y se percibe. Barcelona es Gaudí y se encuentra cubierta por su peculiar estilo artístico, incluida la obra más imponente de esta ciudad capital de la Comunidad Autónoma de Cataluña, el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia.

Muchas edificaciones y monumentos hasta ahora en mi estancia en Europa me han atrapado, pero pocos me han despertado tanta curiosidad como La Sagrada Familia. Al verla, de entrada, no supe qué pensar, incluso anoté mis opiniones en mi libreta: “Me parece interesante pero ecléctica, sin duda de un estilo gótico, pero no aquél gótico fantasmal que se imagina cuando uno menciona esta palabra, ya que también tiene toques carnavalescos… simplemente fuera de serie. Una fiesta de infinitos detalles; esculturas de animales y frutas por doquier”.

Al unirme a la explicación de una guía pude comprender más cosas, las otras las tuve que investigar. El templo comienza su construcción en 1882, pero no es hasta 1883 cuando Gaudí toma el control del proyecto. Dedicaría su vida, desde 1914 hasta su muerte en 1926, exclusivamente a esta magna y monumental obra. Se le puede ver muy bien, imponente toda ella, desde el Montjuic, con una vista majestuosa de esta ciudad que se baña con el mar Mediterraneo.

Ha habido mejores y peores tiempos para la construcción de este templo desde 1882. La Guerra Civil española no fue uno de los mejores. Pero con todo y peores tiempos y aquellos 30 años en los que se detuvo su edificación, la Sagrada Familia sigue en construcción hasta estos días. Así es, no ha sido terminada. A Gaudí, según se nos dijo, se le preguntaba que por qué tanto tiempo tomaba esta obra, él simplemente se limitaba a responder que trabajaba para alguien eterno –dios-, por lo tanto no le importaba el tiempo que se tomará, él no tenía prisa. Pero la explicación también está dada por lo minucioso de cada detalle del templo.

Cada parte por pequeña que sea, tiene un claro porqué; Gaudí siempre pensó que la naturaleza debería estar presente en nuestras edificaciones y así se puede constatar. Hay información en las fachadas y en todos lados, no como en las iglesias comunes en que todo se guarda para el interior. La fachada de la natividad es alegre, la de la pasión es dramática e impactante, las torres se abren paso al cielo demostrando su magnificencia. Cuando se está por fuera se piensa que nada dentro podría ser mejor y no es así.

Adentro cada detalle es imponente, agradable a la vista, con una simetría y una combinación de cosas que hacen que todo esté en armonía perfectamente, una bóveda sin igual. De Gaudí aprendí muchas cosas, me dejé sorprenden por muchas de sus construcciones. Rompió esquemas, estudió la arquitectura desde otro punto de vista, dio nuevas técnicas. Pero quizá uno de los detalles que más me encantó, fue que construyó una escuela para los hijos de los trabajadores que lo apoyaban en la edificación de La Sagrada Familia. Muestra de una gran congruencia con su obra.

La pasión y un estilo muy propio y muy auténtico hacen que a pesar de los años, Barcelona siga siendo Gaudí. Se espera terminar este proyecto para el 2026, es decir, para el centenario de la muerte de su creador. Quiero regresar a Barcelona para ese entonces y ser presa de los pensamientos que lleguen a mí al ver esa fastuosa edificación finalizada. Quiero imaginar qué pensaría él, terminaría así su ciclo y estaría muy feliz o tal vez estaría sonriendo y pensativo porque tuvo la razón: nada es eterno en este mundo, ni la edificación del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia lo fue. Su eterno, estoy seguro, estará complacido por él.

Diego Zepeda Acero
Londres, Diciembre 2010

jueves, 9 de diciembre de 2010

Fui de 18 otra vez e incluso más pequeño

La verdad, los que me conocen muy bien, saben el dolor y estrés que me causa eso de cumplir años. No es lo mío, me da vergüenza. Quizá sea un poco de angustia o pesar por el paso del tiempo, ese que es el mejor juez. Gracias a la literatura el ser humano puede hacer muchas cosas que la realidad no permite. En este caso ser más joven. La colección del Fondo de Cultura Económica, 18 para los 18 me lo permitió, al menos en mi corazón y mente. Esta reunión de cuentos -como su nombre lo dice, son 18 títulos para los jóvenes de 18 años- me dejó volver a tener esa increíble edad, si bien llena de inmadurez, tal vez llena de mejores y más arriesgadas ideas.

Es una linda colección, a la vez de ser muy valiosa, es una joya que a modo de compendio me dejó desde el inicio con un sabor de boca exquisito. Daría muchas cosas porque todos los muchachos mexicanos que rondan dicha edad tuvieran a bien leer todos y cada unos de los seis libros, y no sólo ellos, sino que como yo, los más grandecitos nos adentráramos en la lectura. Creo que además de despertar el gusto por la literatura en ellos, todos estos cuentos, nos harían mejores seres humanos, aunque sea un poquito.

Hoy en especial, quiero hablar de uno de mis favoritos: “El libro salvaje” de Juan Villoro. Juan es un escritor y periodista mexicano, quizá uno de los más activos, cuyas opiniones siempre son una buena referencia y se encuentran en los medios más críticos y confiables. En este cuento se exploran muchas cosas que me hacen identificar o incluso desear ser el personaje central de la trama.

Un niño, Juan, enfrenta problemas en casa, un divorcio, una madre deprimida y un padre que huye. No es que quiera vivir un divorcio, pero lo que después se le presenta en su vida es genial, digno de querer experimentarlo. Un tío medio loco, que es de lo más sabio, con una biblioteca cuyos únicos límites son los de la imaginación, rescata a Juan por medio de los libros, su mayor pasión, y eso es sólo el inicio de la aventura.

Grandes lecciones me dio el tío de Juan a mí también, sobre todo en cuanto al tema de los libros, como aquello de que los libros te eligen a ti, no tú a ellos. Ellos, se interponen en nuestro camino, para aprender, para llenarnos, para sentirlos, para vivirlos. Se esconden, se mezclan, se caen del librero, se mueven. Juan conoce el primer amor, el más sincero. Un niño que supera o al menos se distrae de sus problemas por medio de lo que yo considero la mejor terapia: la literatura. Ella lo explica todo, lo supera, lo reinventa.

Ojalá y hubiéramos tenido un asesor tan bueno como el tío Tito en nuestra niñez. Tan inteligente como para pedir que vivamos con él en el momento justo, como sabiendo que lo necesitamos y tan loco que parecen interminables las ideas que se le ocurren; un tipo de Don Quijote encerrado en una enorme biblioteca. Encontrar el “libro salvaje” es la trama, pero yo creo que a través del cuento encontramos cosas mucho más interesantes. Viajamos a hacer un análisis de lo que somos, hemos vivido y queremos en verdad ser.

Me incorporé junto con Juan a esta búsqueda, no sólo por el famoso y escurridizo libro, sino por las aventuras que me distrajeron del mundo real como a él. Es interesante descubrir que lo que buscábamos posiblemente está en nuestras manos, así pasa muchas veces en la vida. En fin. Esta colección me ha dejado ser de 18 otra vez. Pero lo curioso es que este cuento en específico, me dejó ser aún más joven, ya que desde el inicio a Juan le puse mi cara y dibujé todas las escenas del libro en una casa que guardó en mi mente y corazón.

Diego Zepeda Acero
Londres, Diciembre 2010