lunes, 15 de noviembre de 2010

Crónica de un “Remembrance Sunday” en Londres

El día domingo salí de mi casa en Londres muy temprano. Tenía la intención de ocupar un muy buen lugar en la ceremonia que encabeza la Reina de Inglaterra año con año: el “Remembrance sunday”. Sinceramente iba más con el morbo de verla a ella que la ocasión en sí. Este día, como el once de noviembre, tienen la intención de recordar a todos los caídos de la primera y segunda guerras mundiales, así como también hacer un reconocimiento a los veteranos sobrevivientes; dos minutos de silencio. Desde hace dos semanas aproximadamente mucha gente en Inglaterra porta una amapola artificial en la solapa por esta conmemoración.

Mi jornada comenzó con un ligero retraso de doce minutos del tren. Esperando también estaban, señores con condecoraciones en el pecho y gorras que parecían ser del ejercito. Sobrios y elegantes, parecía que había un ritual detrás, con el cual se habían vestido esa mañana. Con el paso de los minutos cada vez se veían más. Hice los trasbordos necesarios. Siguiendo a la experiencia y debido a la vaga información que tenía del evento, bajé en la estación donde ellos, los señores con condecoraciones, bajaron. Había cada vez más, se estaban reuniendo en el “Horse Guards”. Sus pasos, permeados de lentitud por la edad; cabezas y bigotes blancos por doquier.

Me dirigí a donde según yo tomaría lugar la ceremonia, en el Whitehall, desde Westminster hasta Trafalgar Square. Se veían muchas personas. De camiones especiales, con rampas automáticas, hacían su arribo veteranos en silla de ruedas. Lucian todos muy entusiasmados; se veían, se saludaban, quizá hasta se sorprendían de estarse viendo de nuevo, otro año, en el mismo lugar.

Pasé la revisión de rutina, por aquello de evitar los atentados. Tomé mi sitio justo frente al “Cenotaph”, detrás de unas mujeres; un lugar muy bueno, ya que debido a su corta estatura, me permitiría ver perfectamente todo. Para esto, faltaba una hora y media. A las once, el Big Ben marcaría el inicio de los dos minutos de silencio con la primer campanada.

Los soldados y guardias ensayando, música clásica de fondo. Personal de limpieza barriendo lo que ya estaba por demás barrer, pero su majestad pisaría ese sitio. Chicos recién entrados en el ejercito hacían estallar las risas de la gente dadas sus múltiples equivocaciones en su ir y venir practicando la entrada. Un grupo de señores a mi lado quitándose en frío con sus botellitas de alcohol.

Justo cuando no sentía ya las piernas, por ahí de las diez treinta, todo comenzó. Los marinos tomando su sitio, los famosos soldados de la guardia de la Reina también, la policía… todos. Los veteranos hicieron su llegada entrando desde Trafalgar Square en dirección a Westminster.

Yo estaba muy emocionado. Ver aquella solemnidad, aquella rectitud, aquella organización, sorprende, me olvidé por un momento de la Reina. La música que tocaba la orquesta enorme de los guardias daba el mejor soundtrack para esa atmósfera. La lluvia nos tuvo respeto y nos permitió estar sin ella hasta este punto. Salieron los representantes de la iglesia. Salieron los personajes del gobierno, Tony Blair y por supuesto el más importante hoy: David Cameron. Después la familia real. Carlos, Ana, el Duque de Edimburgo, el Duque de York y por supuesto su majestad la Reina.

De pie y hasta el frente, ella, vestida de negro. Mirando al monumento. Ese monumento que no es muy atractivo, pero que en esencia para los ingleses tiene un enorme significado, pasan todos y se quitan el sombrero, voltean la cabeza hacia él. Yo lo llamaría una enorme tumba. La primer campanada sonó, un silencio sepulcral. Nunca pensé que entre tanta multitud de gente no sería capaz de escucharse ni un solo ruido. Dos minutos. Cañonazos.

Se le entrega a la Reina su ofrenda de amapolas y la deposita, le siguen en orden de importancia los demás. La orquesta toca. El obispo pasa a decir oraciones y palabras. La gente canta. Emocionados hasta el tuétano, apasionados de verdad. Dios salve a la Reina para finalizar. Sale Isabel II, después todos los demás. Los veteranos desfilan, aplausos para ellos. Parecen miles, las filas no terminan, y es que vienen provenientes de toda la Commonwealth.

Varias reflexiones tengo al respecto de esto que viví. La amapola se porta, dado que es la flor que aparecía en los campos de batalla, ya finalizada la guerra. Yo la porté ya que me parece una interesante metáfora; campos de sangre y terror, a los que la naturaleza intentaba de nuevo vestir con belleza y amor. Siempre recuerdo a mi madre diciéndome lo hermosa que lucía una plaza cerca de casa llena de amapolas. El renacer; aunque la naturaleza lo hace, no del todo el hombre.

Son dos minutos del silencio más profundo. No es una fiesta por haber ganado la guerra, quizá es porque saben también lo que perdieron con ese triunfo. Es un silencio por todo lo que ya no son, por los que ya no están. A mi alrededor todos tenían una historia que contar de la guerra. Seguí mi camino, no sin antes acercarme a ver el monumento más de cerca, esa plancha que se forma de color rojo por todas los coronas de amapolas depositadas en el suelo. Un paisaje que nos debería de recordar lo que no se debe de permitir el hombre, aunque pese a ello, esta ceremonia tuvo lugar también en Afganistán.

Diego Zepeda Acero
Londres, Noviembre 2010



Tres veteranos de guerra caminando por St. James' Park, Diego Zepeda

2 comentarios:

  1. Siento que he vivido el “Remembrance Sunday” junto a ti, cada una de tus palabras me trasportan a ese lugar donde tan maravillado quedaste tu de verlo como yo de sentirlo tras esta cronica. Buena Foto!!

    Lorena O.

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  2. Me encanta, gracias por los comentarios, me hacen siempre el día!!!

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