jueves, 11 de noviembre de 2010

Los zapatos de Zahra

Imaginemos por un momento que nos despertamos por la mañana dispuestos a realizar nuestra labor, cualquiera que esta sea. Pero algo no cotidiano nos sucede. No tenemos nuestros zapatos. No hay posibilidad de conseguir unos. No hay tiendas, nadie que nos los pueda prestar. Nada, ni nadie.

Esta situación, que antes propongo pasar por nuestra mente, puede suceder. Indudablemente no quiero decir que por factores mágicos, travesuras o de alguna noche loca, sino por la pobreza. Sí, por esa pobreza que duele hasta los huesos y de la cual a veces ni nos damos cuenta por el ritmo de la vida o que simplemente por comodidad de conciencia evitamos ver, haciendo alusión a la frase “ojos que no ven corazón que no siente”.

Es decir, el impedimento para realizar las labores no sería el no poder buscar una tienda, no poder comprar en línea o no poder llamar con el celular o teléfono a alguien que nos ayude, sino la falta de dinero para comprar un bien esencial el cual nos protege en el camino, por más turbulento, liso o confortable que este sea.

Sé que no es fácil imaginarlo, yo en lo particular tengo muchos pares de zapatos, y sino fuera así, estoy seguro que encontraría más de alguna forma para que se me compraran, se me prestaran o se me hiciesen llegar, pero hay que considerar algo: no todos tenemos las mismas oportunidades. Si partimos de esa idea, creo que las concepciones previas para abordar cualquier tema (económico, político, social…) serían muy diferentes.

Me estoy dando a la tarea de leer y revisar el “Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010”. En su introducción, lo que en el informe se titula “El enfoque del Informe”, viene mencionada una película que se llama “Niños del cielo”. Para bien de tener un panorama más amplío y por inquietud cinéfila tuve que verla.

Aunque en el informe viene una sinopsis, no tan grata porque cuenta el final de este drama. No dejó de sorprenderme y capturarme esta magnífica obra. Por supuesto, les propongo la vean. Esta conmovedora película cuenta la historia de dos niños pobres, hermanos, Alí y Zahra. Por cuestiones del destino y de la mala fortuna, Alí pierde los zapatos de su hermana. Ahí empieza todo.

Deciden ocultar esta desgracia a sus padres, concientes de que no ayudaría en nada a la de por sí trágica vida familiar; una madre que recién parió, convaleciente, un padre que no gana mucho dinero y un casero que los presiona para pagar la renta. Las aventuras se dan porque cada día tienen el enorme reto de usar los mismos zapatos, los de Alí. Zahra los usa por la mañana para ir a la escuela y corre con todas sus fuerzas para llegar a casa de regreso y que Alí se los lleve para ir en la tarde al colegio. Pasa de todo: impuntualidad de Alí en la escuela, encuentros y desencuentros entre estos hermanitos y aventuras que a mí en lo personal me movieron muchos sentimientos.

Como no pretendo contar toda la historia como lo hace el Informe Regional, diría que es una película Iraní que se tiene que ver. Aunque perdió el Oscar a mejor película extranjera frente a la competidora “La vida es bella”, también es una bella película y esto no le quita el mérito a su director Majid Majidi.

Pero la reflexión que quisiera hacer es que la pobreza es un mal que aqueja a muchos, que por desgracia y por cuestiones del sistema se hereda en el gran porcentaje de los casos y que por no comprenderla desde su raíz, o por falta de voluntad, no ha sido erradicada del planeta.

El hombre ha llegado muy lejos, quizá a la luna, a descubrir su genoma, a transplantar amor de un cuerpo a otro, a construir e inventar maravillas en todas y cada una de las artes, pero no ha sido capaz de entender la pobreza. Vinculada está con la falta de oportunidades, que repito, si primero viéramos que no todos tenemos las mismas, la forma de abordaje para este problema sería mucho muy diferente.

Espero que después de leer el informe, comprenda más cosas. América Latina y no sólo Iran tiene mucho que hacer. Quiero soñar, quiero creer todavía en el hombre, aunque desde la Biblia, desde Zola, desde Víctor Hugo, desde Shakespeare se me planteen panoramas nada dignos. Me quedo yo, imaginando un mundo como el dibuja Galeano en su magnífico discurso: “El derecho al delirio”. Que aunque ni la ONU, ni nadie lo ha declarado como derecho humano, yo me lo tomo como derecho, y muy en serio.

Diego Zepeda Acero
Londres, Noviembre 2010

2 comentarios:

  1. Diego, es maravilloso poderme tomar un ratito a solas y poderte disfrutar en tan amenas lecturas. Me encanta lo que escribes y tu forma tan particular de hacerlo. Me resulta mal lanzarte un critica de un tema que descozco, en este caso la pelicula, pero me encanta poderte decir que ha sido una muy grata invitacion a verla. La pobreza, el tema principal, si bien es un problema que no me es para nada indiferente, considero que hay una muy gruesa linea entre el vivirla y el saberla pero el saberla me lleva a sentirla y con eso a idealizar y a delirar, como se que tu lo haces.
    Muchas felicidades por la acertada decision de regresar a tu espacio.

    Lorena O.

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  2. Muchas gracias por tan bueno comentarios, no sabes lo bien que me hacen sentir y lo mucho que me alientan a seguir.

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