miércoles, 24 de noviembre de 2010

Mea culpa


Tengo que comenzar con un “mea culpa” esta columna que de forma muy honesta siempre escribo, eso al menos, creo yo. Antes de conocer a este escritor, como ahora lo conozco, tenía un concepto muy desligado de la realidad, mea culpa. Estando en Londres, no me había llegado una sola buena noticia de Latinoamérica, ya ni qué esperar de México. El mes pasado, la Academia sueca de la ciencias otorgó el Nobel de literatura a un escritor de habla hispana, yo me sentía feliz, no había pasado eso desde que en 1990 lo ganó Octavio Paz, y sinceramente era yo muy pequeño. Corrí y se lo dije a mis estudiantes, un escritor de lengua española, la lengua que ellos estudian con tanto afán, había ganado ese famoso premio.

Pero tenía un sabor agridulce. A Vargas Llosa yo lo había leído hacía ya algunos años, con su obligada novela “La fiesta del chivo”, y me agradó mucho, pero seguía imponiéndose ante mí la imagen del político de derecha que protestaba contra la nacionalización de la banca peruana. La derecha, para ser sinceros nunca me ha gustado, nunca he compartido, ni compartiré su lucha, es más, ni la entiendo. Como secuencia lógica, Vargas Llosa, como persona no me gustaba, pero la lucha de él no se acerca ni un poco a la ideología de la derecha, mucho menos, a la derecha mexicana.


Tuve a bien atender una invitación a un intercambio a España, también el mes pasado, para ser específicos a la hermosa Valencia que se baña con el Mediterráneo. Fui atraído como siempre a las librerías, a ver qué se vende en España, me pregunté. Como también la moda se apodera de las ventas literarias, ahí estaba Vargas Llosa presente, por medio de todos sus libros, a la entrada. Fui tomando cada uno, pero yo me quedé con el “Lenguaje de la pasión”, me atrapó el título, lo compré muy decidido a darle oportunidad a que me cautivara, como había cautivado a la Academia sueca.

Este libro reúne una selección de artículos que Vargas Llosa publicó en su columna “Piedra de Toque” en el diario español “El País”, entre los años 1992 y 2000. Comencé a leerlo y nunca pude dejarlo, en el tren, en las horas libres, en el café. Están tan bien seleccionados los artículos, que perfectamente se pueden analizar las posturas de Vargas Llosa en muchos y muy diversos aspectos de la vida.

Los temas son variados. Desde Marley hasta Paz, desde Mandela hasta Kahlo, fui embrujado por su prosa. Vargas Llosa muestra un amplio conocimiento de lo que habla y conoce bien lo que quiere transmitir, va directo. Igual me despertó las ganas por ir al Carnaval de Río que por ir a la Royal Gallery. Tomé la bandera junto con él, igual por el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, que por el Estado laico como garante de la democracia, por los migrantes o una por una muerte digna. Por cierto, posturas nada defendidas por la derecha.

Peruano de nacimiento y por cobijo Español, es un escritor que tiene muy merecido el galardón y no sólo por lo que ha escrito, sino por lo que ha dicho, por lo que ha manifestado y por lo que ha luchado; en muchas de sus causas el tiempo le ha dado la razón inevitablemente y él lo sabe, que mejor ejemplo que Fujimori. Un amante y crítico severo de la América Latina que lo vio nacer pero también del Medio Oriente que lo galardono con el premio Jerusalem.

Pero ahora, creo conocerlo tan bien, que sé porque incomoda en muchos ámbitos. Porque habla tanto de los caudillos, como del alto clero ultraconservador, de los dictadores latinoamericanos como de la vieja izquierda que sigue aferrada a figuras tan contradictorias como Castro o Chávez, porque habla igual de Marcos que de las incomodas y absurdas “identidades nacionales”.

Creo que el mundo y sobre todo el mundo de habla hispana tiene muchas más lecciones que aprender de Vargas Llosa, todos, sobre todo esos que se creen progresistas y defienden a la Cuba que condenó, a la Venezuela de Chávez y al México de la “dictadura perfecta”, como él mismo lo llamó. Podría decir que defiende por sobre todas las cosas la libertad, es por eso que para mí, nunca será un intelectual ni de izquierda ni de derecha, sino un liberal consciente de su papel en este mundo. Si bien, no estoy seguro si comparto muchas cosas, como el libre mercado o como su postura hacia el EZLN entre otros tópicos, seguirá siendo un referente para mí. Fui presa del arte frívolo y cínico al visitar el Tate Modern y sentí lo que él sintió cuando visitó la Royal Academy of Arts, y sobre todo lo recuerdo cada día al revisar cualquier periódico, me imagino qué opinaría.

Escribo estás líneas desde un lugar que a él le gustó mucho, desde la sala de lectura del Museo Británico, una sala bellísima; una biblioteca a la cual le escribió un epitafio cuando fue trasladada a otro sitio, pero quedó este lugar, en el cual se gestaron muchas de sus novelas, obras, artículos y lecturas. Tengo que confesar que vine para escribir pero con la esperanza de encontrarlo y charlar, pero no está, creo que será en otro momento, ya sea aquí mismo o con otro de sus libros, el siguiente.

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